La cosa, vista desde fuera, tiene gracia. Un equipo vestido de azul viagra ha sufrido de impotencia. Ha sido incapaz de marcar un gol en 180 minutos de eliminatoria contra un rival que se ha dedicado a ejercer de equipo con tablas en Europa. Lo que se lleva últimamente en la máxima competición continental; sólo hace falta echar un vistazo a las últimas finales. Excepto la del 2006, feliz paréntesis con dos equipos que querían jugar a fútbol, conjuntos ruines, como el Liverpool o el Milan, se han llevado el gato al agua en una competición que premia como ninguna otra el caché, el pedigrí, el ADN ganador de los clubes.
El Barça se ha agotado. Cuando ganó la final de París, todos teníamos la sensación de que este equipo podía reinar en Europa por muchos años, pero nos equivocamos. Aquello, sin saberlo, fue el principio del fin. El virus del galáctico entró en el vestuario casi al mismo tiempo que la orejuda, si es que no llevaba meses ya incubándose en unos jugadores que se acostumbraron demasiado pronto a regalarse los oídos con elogios y los bolsillos con millones.
El caso más grave es el de Ronaldinho, un jugador que ha borrado a base de combinados de vaso largo su nombre del hall of fame futbolístico de todos los tiempos, ese club selecto donde sólo habitan unos elegidos como Di Stefano, Cruyff, Maradona o Pelé. Se marchará, probablemente al Milan, y por la televisión nos llegarán cuatro cucamonas y dos goles de falta en los resúmenes cortos de la tele, los mismos que obvian ochenta minutos de vagancia y pasotismo en el terreno de juego. No esperen que vuelva. El genuino Gaúcho se perdió en algún lugar, probablemente de noche, camino de Castelldefels.
Otro que se irá es Deco. Nadie dentro del club le llorará. Si Ronaldinho es el niño tonto de la clase que siempre la lía delante de la profe, el portugués es el alumno con malicia, que contamina al resto de la bancada, que manipula y maquina contra el maestro porque sabe que con poco esfuerzo y su cara de niño bueno, acabará aprobando. Podría utilizar un símil médico, todos lo tienen en mente. Pero dejémoslo en que era el macho alfa en la sombra.
Se quedará, pese a sus amenazas, Eto'o. Y el camerunés es un peligro, más de lo que era hasta ahora. Porque se sentirá, canteranos aparte, el dueño de un vestuario a la deriva, descreído de todo. Y el hermano Samu tiene la mala costumbre de tapar con declaraciones estruendosas un rendimiento, cuanto menos, discutible. Aún se le busca por Old Trafford. Si no recupera la forma de hace dos temporadas, pasará a ser un problema mayúsculo para la directiva. Al tiempo.
La directiva, por cierto, tendrá faena este verano. Sabe que tiene que entregar al público las cabezas que le piden, o los primeros en salir en globo serán ellos mismos. Ezquerro, Gudjohnsen, Edmílson, Zambrotta, Thuram, en un primer término, y probablemente Oleguer, Giovanni, Márquez y Henry saciarán la sed de sangre de una parroquia azulgrana harta de tener esa fea sensación de haberte dejado robar la cartera cuando ibas directo a la tienda, a gastarte tus ahorros en aquello con lo que habías soñado durante tanto tiempo.
Por supuesto, he obviado a Rijkaard. Un hombre que lleva un año y medio dimitido, que ha abdicado en los caciques del vestuario, se lo merece. Un entrenador que no supo marcharse a tiempo y que ahora hará las maletas con una etiqueta de hombre triste, lelo, ido, aislado, sin ninguna autoridad. Allá él. Este verano tuvo una segunda oportunidad, pero se refugió en la autocomplacencia y el discurso cansino, esperando, como el estudiante que no ha abierto los apuntes, que en el examen salga el único tema que se sabe de carrerilla. Una apuesta demasiado arriesgada que, obviamente, ha salido mal. Buena suerte en el futuro y gracias por todo, pero le debe un año a la afición culé. No se olvide.
Al loro con lo que viene ahora, sufrido amigo. Portadas anunciando fichajes estratosféricos, rumores, filtraciones, promesas de cambio... empezando por el nuevo entrenador y acabando por la delantera, no se salva nadie. Todo sea por desviar la atención de una temporada para olvidar y que tendrá como colofón la humillante visita a un Bernabeu eufórico y en plena celebración del título de Liga. Una visita que debería quedar grabada a fuego, a modo de antídoto, en la memoria del aficionado. Ya saben, por si luego los quieren embaucar con milongas y promesas.
Por cierto, una duda para este partido: ¿Jugará Eto'o, o le atacarán las mismas molestias misteriosas que a Ronnie? Porque no lo veo en el coliseo blanco, aguantando el chaparrón y comiéndose con patatas aquello de "Madrid, cabrón, saluda al campeón"... Igual, pasado mañana se rompe y dice adiós a la temporada, poniendo, antes que el resto de sus compañeros, el cartel de Game Over a una campaña que no se debe olvidar, para que los errores no se repitan de nuevo.