miércoles, 21 de noviembre de 2007

La semilla del Diablo



Últimamente, pienso mucho en Pepe Navarro. Me lo imagino en lo alto de un lúgubre castillo, repantigado en una butaca roja, con un batín de seda color burdeos. Mientras sotiene una copa de coñac en la mano derecha, con la izquierda va cambiando de canal con el mando a distancia. Una sonrisilla se le dibuja en el rostro, iluminado tan sólo por una gran tele de plasma que corona una sobria habitación decorada con una alfombra de piel de oso polar y por una chimenea.


Pepe sonríe, porque, en el fondo, sabe que su plan ha sido magistral. Él fue el pionero, el gran aventurero, el hombre que pondría los cimientos de la tele que hoy sufrimos. Su semilla ha brotado, ha florecido y se ha extendido, exterminando todo lo demás. Ni el cangrejo americano y el mejillón cebra se han impuesto con tanta violencia en ecosistemas ajenos.


Hoy, los diarios nos han despachado una noticia escalofriante. Una mujer de 30 años, Svetlana, ha muerto a manos de su pareja. La historia de por sí ya es triste, pero la cosa empeora cuando nos enteramos que el energúmeno que la mató, su ex pareja, hace tan sólo una semana que le había pedido volver. Y lo había hecho de la manera más rimbombante: a través de ese nido de historias hediondas que es El Diario de Patricia. La pobre chica se negó, en directo. Una semana después, ya descansa en una caja de pino.


Los cerebros privilegiados de los productores del programa engañaron a la mujer para que fuera a la tele y se produjera el encuentro, sin molestarse a investigar un poco en la historia entre ambos. Pues bien, el becerro era un maltratador con antecedentes de violencia y, lo más gracioso, con una orden de alejamiento en curso. Menudeces que los responsables del Diario pasaron por alto. Lo importante era tener cinco minutos de carnaza.


Desde que el gran Navarro empezó a cruzar el Mississipi a lomos de su Pelícano, la tele ha ido de mal en peor. Hoy en día, cada programa es igual que el resto de la parrila, dedicado a las bajezas más lamentables. La figura del tertuliano que sabe de todo y de todos (en especial vidas privadas) ha inundado de mierda cada franja horaria, desde la sobremesa a la madrugada, pasando por el prime time.


Si uno se para a pensar se da cuenta de que, últimamente, los responsables de la cadena ya se han quitado la careta. Una buena prueba son los nombres de los nuevos programas: La Noria (que, tras mucho rato en ella, provoca mareos y náuseas) o El Ventilador (que esparce la mierda que se acerca a sus aspas) son unos buenos ejemplos.


Tenemos lo que nos merecemos. Un Estado en el que Escenas de Matrimonio es líder de audiencia, un día sí y otro también, no puede pedir más. La única excepción, como la famosa margarita entre los cardos, es el gran Sé lo que hicísteis... aunque sea de La Sexta y lo vea una inmensa minoría. La labor crítica de Ángel Martín y Patricia Conde se agradece cada tarde.


En el último libro del polémico Ramón de España, El Futuro no era esto, un mal disimulado Xavier Sardà vuelve de su ostracismo para salvar a la sociedad de una decadencia moral que él mismo originó. No creo que el verdadero haga eso. Ni él, ni el gran Pepe. Los dos, como el Diablo, prefieren quedarse quietos, sonriendo, contemplando cómo su obra va avanzando, imparable. Por la Gloria de Pete Sampras, que Dios (o alguien) nos pille confesados.