jueves, 6 de marzo de 2008

Dave




Una de las escenas más impactantes de ese pedazo de documental destrozamitos que es el Some Kind of Monster es cuando Lars Ulrich, el batería de Metallica, entonces en plena crisis y al borde de la descomposición, se somete, en plena terapia, a un careo con un exmiembro de la banda al cual expulsaron hace ya más de veinte años, para que se cierre la herida.

Los poco més de cinco minutos que dura la escena son de una incomodidad impactante. El miembro expulsado explica cómo su vida se convirtió en un infierno, y como, día tras día, se encuentra a algún capullo que se encarga de recordarle que le hicieron bajarse del tren de, probablemente, la banda de heavy más grande del planeta, con el permiso de AC/DC y Iron Maiden.

Este hombre ha vendido casi veinte millones de discos con la banda que formó tras su despecho. Ha dado la vuelta al mundo, tocando en infinidad de países. Es uno de los mejores guitarristas del planeta, pero aun así, su depresión casi continua le ha puesto al borde del suicidio en varias ocasiones.

El jueves pasado lo ví, por cuarta vez en mi vida. Mi simpatía por los "perdedores" me ha hecho seguirlo con devoción, desde que era un adolescente melenudo hasta ahora, que de vez en cuando -muy de vez en cuando, eso sí- me pongo americana y zapatos. Ha hecho canciones horrorosas, ha perdido el norte musical durante años, pero yo siempre he estado allí, dejándome robar, comprando sus discos infames y poniéndolos al lado de las obras maestras, como Rust in Peace o Countdown to extinction, en mi discoteca.

Por eso, cuando Dave Mustaine salió al escenario de la sala Razzmatazz (felizmente llena, para mi sorpresa), experimenté aquel placer tan familiar de reencontrarte con un viejo amigo después de unos cuantos años. Lo hice, además, al lado de mi hermano, Sergio -cuántas veces habremos cantado a grito pelado sus canciones en el coche- y de uno de los hermanos postizos que te regala la vida, Àlex.

Y Dave estuvo inmenso. Su voz, como siempre, fue de lo peor del show, pero tocó con precisión de cirujano todos y cada uno de los temas clásicos de su repertorio y los de su nuevo álbum, que, para alegría de muchos, ha recuperado la contundencia y la agresividad de los mejores Megadeth.

Dicen que cada uno de nosotros tiene una banda sonora para su vida. En la mía, sin duda, uno de los temas sería "A tout Le Monde". Dave nos lo regaló el jueves. Yo os lo dejo como recuerdo. Mi voz es una de las que berrean la canción de la primera a la última sílaba.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Intens i emotiu. Potser l'entrada que més m'ha agradat de les que portes escrites... i ja és dir!

Però bé, tots sabem que ets fan de la Reverte, no cal dissimular tant amb els jebiates aquests.

Anónimo dijo...

Grande Metallicaaaaaaaaaa!!!!!!!. Ostia Alex no sabia que sigues manteniendo el Blog ejeje.

Saludotes!!!

Joan dijo...

Vaya yonkipur, afirmo