viernes, 25 de mayo de 2007

Empacho de escalopines








Últimamente, bajo mucho a cenar al restaurante que hay debajo de mi casa. Tienen un plato delicioso, escalopines al roquefort, y siempre me lo pido porque sé que acierto seguro. Ahora bien, también sé que el día que no me apetezca cenar escalopines, por aburrimiento, o porque ya he dado cuenta de ellos en la comida, podré elegir cualquier otra cosa de las que hay en la extensa y variada carta.

Pero... imaginemos ahora que el dueño del restaurante, viendo el éxito de su plato estrella, se decide a elaborar sólo escalopines, con la única variación (y no mucha) de la salsa de acompañamiento: al roquefort, a los cuatro quesos, con mozarella, con queso de cabra... al final, evidentemente, la gente se hartaría de comer lo mismo, los clientes dejarían de ir y el restaurante acabría cerrando, ¿no? Si en vez de restauración hablamos de cine o de televisión, vamos muy equivocados.

Hace unos pocos años que detecté la aparición de una frase en los carteles de las películas que, a primera vista, se me antojaba estúpida: "De los productores de...". "Qué tontería", pensé, "si a la gente lo que le interesa son los actores o el director, quién pone la pasta es lo de menos". Me equivoqué. Y de lleno.

Y es que hace tiempo que la gente sólo va al cine a ver algo que conoce de antemano. A tiro hecho, vamos. Es por eso que la figura del productor es muy importante para el espectador del gran centro comercial: un tipo que ha puesto la pasta para "Titanic" o "Gladiator" no puede estar equivocado, piensan, y apuestan a caballo ganador. Ganador de dinero, claro; ya sabemos que cantidad y calidad muchas veces no tienen por qué ir unidas.

Esta semana se ha estrenado la tercera parte de "Piratas del Caribe". Hace 15 días, le tocó el turno a la tercera entrega de "Spiderman" y ya se prepara, dicen, una cuarta. En verano, llegará la tercera película de "Shrek", mientras que Harry Potter ya no sé ni por dónde anda (creo que por la quinta) y Rocky, después de unos años desparaecido en combate, ha vuelto a pegar mamporros casi sexagenarios. La gente va al cine a ver algo que ya ha visto. Es así de triste. Es como cuando de pequeño masacraba los tímpanos de mis padres poniendo, una y otra vez en el radiocassette de nuestro viejo R-7, la cinta de canciones de los Payasos de la tele.

Vale, también hay películas "nuevas", como la tan alabada "Los 300", pero, ¡oh, sorpresa! no dejan de ser una adaptación de un cómic (un filón, por cierto, inagotable, desde Hulk a DareDevil, pasando por los 4 Fantásticos o Sin City). La otra gran opción es el remake ("King Kong", "Superman") o la precuela, con ejemplos tan lamentables como "Hannibal, el origen del mal". Para colmo, hay cineastas que en su día fueron originales, pero que ahora andan atascados haciendo una y otra vez la misma película. Sí, me estoy refiriendo al gran Quentin Tarantino, por poner un nombre. Cada vez me recuerda más a ese tipo de artistas que repiten una y otra vez la fórmula de la canción que les abrió las puertas del éxito.

Menos mal que siempre nos queda la televisión... o no. El cáncer es ha extendido y ha llegado a la pequeña pantalla. Si gustan las series de médicos, que no se diga: "House", "Anatomía de Grey", "Scrubs", o, en España, "Hospital Central" y "MIR" conforman sólo parte de la oferta. Con diferentes salsas, cierto, pero no dejan de ser escalopines. La cosa roza el delirio en casos como el de "Yo soy Bea": la gente ya ha visto la historia dos veces antes, en versiones sudamericanas, pero se mira la telenovela porque le gusta la historia y su moraleja y porque oh, paradoja, sabe cómo termina. Aunque la palma, lo que se dice el premio gordo, se la lleva la productora del ínclito José Luis Moreno: plagiarse a sí mismo con "La que se avecina" y "Aquí no hay quien viva" me parece el colmo de la poca originalidad. Caretas fuera y manos arriba. Y la gente, encantada de paladear de nuevo un sabor conocido y familiar.

Vivimos en un mundo cultural en el que sólo se sirven escalopines para el gran consumo. No es que yo sea un gourmet educado en las mejores escuelas de cata, pero empiezo a tener síntomas de empacho. Y lo peor es que miro el panorama y no dejo de ver nuevos restaurantes, pero todos con la misma carta. Anorexia o monotonía, amigos. That's the question.

8 comentarios:

Joan dijo...

Nunca creí encontrarte por estos lares, amic. Leo emocionado tu post y te encargo el siguiente: una crítica de "Perros callejeros". Que la estirpe del Choto sea honrada.

Añadido quedas a los enlaces.

¡Saludos, perra!

PS: El nuevo de MetallicA será una ful!!! Lo saben hasta en Kuala Lumpur

Joan dijo...

¡Ah! por cierto, muy bueno el nombre del blog, trisperocert. Será que TV3 ya ejerce su alargada sombra sobre ti...

muhahhahahahahaha

Harvester Of Sorrow dijo...

Es que Sad but true estaba pillado. Como siempre, llego tarde, mal y nunca. Ahora que lo dices... esto suma puntos en unas posibles opos?

Hace tiempo que ya no espero nada de esos zopencos. Eso sí, espero que no hagan como Dover y se pasen al homo-techno-pop.

Oído cocina: prometo relatar la aventura en Glòries. Pero a su tiempo.

Cómo coño has descubierto el blog????

Joan dijo...

Pues tengo un contador de visitas que, además, me dice de dónde viene cada visita :)

Anónimo dijo...

Escalopines roquefort?? triste copia de los scalopini fromaggio del Commendatore. Triste farsa.

Anónimo dijo...

Escalopines al roquefort?? Qué puta farsa es esta?? son una burda imitación de los scalopini fromaggio que en otro tiempo tanto amaste. Impostor.

Harvester Of Sorrow dijo...

Es como el yonki que no tiene farina y se esnifa gasolina para quitarse el mono... no me voy a hacer 100 kilómetros cada vez que me apetezcan los del Commendattore, no?

Abrazos grasientos

Joan dijo...

Vaya dos...