jueves, 24 de mayo de 2007

Los sábados del Quesito


Las cuatro de la tarde, y yo todavía sin el chándal puesto. A este paso, cuando me prepare se habrá ido la luz. Ellos ya están en la calle, lo sé porque los he visto por la ventana. La colección de camisetas de mercadillo, pantalones gastados y bambas a punto de romperse (o a punto de romperse del todo, mejor dicho) les delata. Están preparados para una nueva sesión de fútbol en el Quesito.


-¡Nene, que te llaman!- grita mi abuela, pegada al interfono. Voy corriendo hacia el telefonillo (no tardo mucho, el piso es minúsculo) y me encuentro con la voz de Xavi, el encargado hoy de reclutar a los colegas, deperdigados por unos cuantos bloques feos, antiguos, de cuando el barrio era casi un pueblo aparte. De cuando la gente decía "Voy a Barcelona" para referirse a que se deslazaba al centro de la ciudad. Y no mentían, era toda una exrcusión.


-Venga hombre, espabila, que ya hemos ido a llamar al Norberto para que nos abra la puerta.


-Ya va,ya va, es que me había quedado pájaro en el sofá después de comer.


Me pongo los pantalones, me ato las bambas y bajo corriendo los cinco pisos hasta la calle. El chándal me empieza a quedar un poco pequeño, pero es el único que no tiene unos boquetes muy grandes. Las bambas, que meses atrás, en el día de su estreno, me habían hecho sentir el rey del Instituto, están para el arrastre, llenas de barro y de polvo, rastro de otras muchas tardes de gloria futbolera. La combinación no tiene desperdicio: camiseta amarilla de propaganda de un bar del barrio, sudadera verde de mi equipo de fútbol base, y pantalones lila. Son muy feos, pero eso sí: son Adidas. Poca broma. Las bambas? unas Stan Smith verdes. Elegí ese color porque estaban de oferta en la tienda, valían 3.000 pelas menos que las blancas.


Doblo la esquina, y me recibe un balón de cuero gastado, con algún panel a medio arrancar, que viene botando por el pasillo de cemento entre edificios. Lo controlo, lo elevo, y le doy un zurdazo que va de lleno a parar a la pata del banco donde me espera toda la panda.


-A este paso sólo jugaremos una hora, el sol no se tardará en poner.


Llega el señor Norberto, con sus gafas de culo de botella, su cara arrugada, y su impecable peinado a la raya, con signos de agotamiento. Nos abre el candado y, sin decirnos nada, da media vuelta y se va. Le espera la partida de cartas en el local social de la cooperativa de viviendas.


Entramos en el campo. Ayer llovió, y la tierra está seca, dura. Muchas de las piedras han vuelto a salir a la superficie. Adiós a las rodillas cuando me toque meterme de portero. Son las cosas del Quesito.


Nos dirigimos a la pared del campo. Es la hora de elegir, y allí estamos todos: Paco, con su pancita dura, tiesa, capaz de lo mejor y de lo peor, con esa zurda imprevisible. Suso, el gran triunfador; quien vaya con él tiene la victoria casi asegurada. Xavi, el reclutador, fino estilista, zurdo, pero inconstante. Raúl, uno de los más mayores, todo inteligencia y maldad en el campo. Carlos, el voluntarioso, no parará de correr en todo el partido. Sifri, el Curro Romero, o le sale todo o se esconde. Jesus, la fuerza, la técnica...


Los equipos quedan definidos. Son las cuatro y media, tenemos, como mucho, 45 minutos por delante, más lo que estiremos sin luz. Entre las paredes llenas de graffitis del campo, trece chavales empiezan a jugar. Una tarde más, el Quesito será, para nosotros, nuestro Old Trafford particular...


Hace meses que no paso por delante de el Quesito. Sigue igual, me dicen, con las paredes más desconchadas, con los mismos graffitis, perdiendo color y brillo día a día. Pero ahora, los sábados por la tarde, ya no juga nadie. Dentro de poco, el Quesito cederá, desaparecerá para convertirse en un bloque de pisos, o un aparcamiento, señal del progreso de un barrio que, ahora sí, ya es Barcelona, con mayúsculas.


Han pasado muchos años desde que jugué mi último partido allí. Pero, por las noches, a veces, cierro los ojos y me veo con el balón pelado en mis pies, corriendo hacia la portería. Preparado para chutar y, quién sabe, celebrar un gol con sabor a Quesito.

5 comentarios:

Pakitus dijo...

Que grande eres Parella!!!!

FELICIDADES, en mayusculas, por este peazzo Blog...

Esta entrada me ha emocionado y tenía que escribirte, para contárselo a todo el mundo y para recordarte que ya has hecho tú, el simil del perro, pero si no lo sacas a mear y le das de comer, se muere... aún cuidandolo bien también puede picarle el famoso "moskito", pero ese es otro tema.

Felicidades Crack...

Harvester Of Sorrow dijo...

Si no hubiera sido tan feliz con vosotros no podría haber escrito esto. Son tantas tardes juntos... gracias por el comentario y por los ánimos. Prometo cuidar y sacar a pasear el perro a menudo. Y tranquilo, que tengo mucho material almacenado en mi cabeza, son muchos los buenos recuerdos.

Un abrazo, amigo!

ruth dijo...

per què no sabia que tens un blog?
que fuerte!
felicitats!

Harvester Of Sorrow dijo...

Doncs mira, l'avorriment, que t'empeny a fer aquestes coses... a més, ara que em quedaré a l'atur, tindré més temps lliure.

ruth dijo...

que no tonto
serien burrus si et deixessin escapar
tu tranqui